Historia de Marín
En la margen izquierda de la ría de Pontevedra, recostada sobre el mar, se alza la villa de Marín, importante puerto comercial, militar y pesquero del Atlántico. El terreno sobre el que se asienta es suavemente accidentado, presentando pequeñas elevaciones presididas por las cumbres de las sierras de Marín y Morrazo. Dista de Pontevedra (capital de provincia) 7 km, hallándose perfectamente comunicada con la misma mediante servicio regular de autobuses.
Pueblos remotos han dejado en Marín huellas a su paso: dólmenes, esculturas y castros.
Los romanos entran en contacto con Galicia en el año 136 a. J.C. con D.J. Bruto, razón por la que se le apellida Galaico. Por esta costa en que estamos navega en el año 136 a.J.C. el procónsul Publio Craso y, años más tarde, Julio César en viaje a Pharum Brigantium. En el a.J.C. se da en Galicia la postrer resistencia del Monte Medulio. Es cuando bajan los naturales de los castros y los colonos dividen y trabajan la tierra en régimen de granjas o villae y mano de obra nativa. Es ahí donde empieza el mundo de hoy, nuestro.
En Marín, la playita de Portocelo –l. portu-cellu)- o puertecillo descubre ladrillo y tégulas, alguna moneda y cimientos, y en frente, en el mar, ánforas romanas. Con el sistema de granjas se operó el cambio de vida y de lengua en el NO. Las vías romanas, militares más que nada, incluso secundarias, llegaron a todas partes. De la Vía per loca marítima, en las cercanías de Pontevedra, partía una de esas vías o veredae que llegaba al Facho de Donón, recorriendo todo el Morrazo y atravesando Marín en toda su longitud.
Los suevos llegan en el año 309 trayendo el desconcierto al antiguo orden. Leer el Cronicon de Idacio es leer el relato de un sinfín de choques entre los romani y los suevos. En el año 585 el reino católico suevo cae en poder de Leovigildo y Galicia pasa a ser parte del reino visigodo (Macías, 125 ss.). Los suevos no cambian el marchamo romano, ni prácticamente influyen en la lengua; tampoco los visigodos. Eran de cultura inferior. Influyeron, y mucho, en la nomenclatura toponímica. Reinhart opina, contra Piel, que el influjo suevo en esto fue mucho mayor del que se dice y que estos se deben “mas de tres mil nombres germánicos, habiéndose supuesto hasta ahora que eran de origen godo” (Reinhart, 295-6). En todo caso los nombres germánicos impuestos en Galicia desde el siglo VIII, no guardan relación étnica, sinó solo lingüística, con la sangre goda.
Por el año 715 llegan los árabes a Galicia. El influjo directo aquí debió ser muy exiguo.
A través de éstos debió de llegar el poquísimo influjo árabe que en Galicia detectamos y, al revés, el de Galicia en León, Castilla y Sur, mayor de lo que se afirma.
Es necesario tener en cuenta la presencia y permanencia de nobles gallegos, de guerreros y trovadores y menestrales, en la corte de León, para no achacar todo matiz occidental al portugués. “Galicia tuvo mucha importancia: fue núcleo de antiguo reino suevo; fue restaurada después , a veces, como reino aparte en beneficio de algún hijo segundo del rey leonés; en Galicia se solían educar los príncipes, como Alfonso V, costumbre seguida en el siglo XIII; Galicia era, en fin, gran centro religioso a causa del sepulcro del apóstol Santiago, cuyo templo atraía la peregrinación española e internacional. Por esto Galicia influyó mucho en el lenguaje leonés durante este periodo”. Es también significativo, y habrá que dar razón a ello, el que las historias árabes llamen al territorio propio, mahometano, Spania, mientras que la parte norte, cristiana, sin distinción de reinos, Galikia. Incluso alguna vez se dice Imperio de Galicia.
Otro pueblo que hemos de tener en cuenta, por el S. X y antes; los normandos. Llegaban por el mar en son de asalto y botín, lo que afectó, profundamente y largo tiempo, a la población costera. La gente, en permanente atalaya, hubo de mantenerse alejada del mar.
Lo que hoy es Marín fue, por largo tiempo, no más que un hangar o cobertizo de lanchas y aparejos. El Marín de entonces, el primitivo y evolucionado de una villa del Bajo Imperio, estaba tierra adentro, en Santo Juliano de Valle Marini. Una granja romana, como diez, más, de nombre vila, en el Municipio. Con la seguridad aumenta la población; se hacen tomadas o roteas. Nace Marín, el de hoy. Es el año 1112, cuando por primera vez lo vemos nombrado, con unos pocos vecinos y su alfoz y mar en frente. Un caballero de la corte de doña Urraca, Diego de Arias de Deza, recibe de la reina, en pago de buenos servicios, el coto de Marín. Muerta su esposa toma el hábito del Císter en 1151, anciano ya, en el monasterio de Oseira, al que hace cesión de su coto de Marín “con todos sus términos, pertenecientes y derechuras” dice el P. Tomás de Peralta, historiador del Monasterio. Pero “los muchos años del dicho Diego y lo austero de la vida monacal… y su volubilidad, le hicieron cambiar de parecer cuatro años e irse las Hospitalarios de Portomarín, que hicieron lo posible por llevarse también el coto, con no corto pleito”. Marín, con todo, quedó unido en su suerte al monasterio de Oseira por 985 años, erigido Priorato.
Oseira tenía aquí un prior y un granjero, con dependencias y servidumbres.
Bajo su protección se asientan colonos, se fomenta la pesca y se abre el puerto al comercio. En 1521 el Abad de Oseira ordena la construcción del castillo de San Fernando para la defensa y seguridad de Marín. Igualmente en 1626 y 1636 se dictan sabias ordenanzas que impulsan la pesca. En el siglo XVIII Marín es una potencia pesquera y las industrias de salazón, que a mediados de este siglo implantan catalanes, junto, con nuevas artes de pesca, acrecientan su importancia. Durante la invasión francesa los marinenses participaron activamente en la lucha.
En el siglo XIX el puerto es conocido internacionalmente, se establece líneas de navegación por importantes compañías nacionales y extranjeras y, en 1861, se inaugura un servicio mensual directo de Marín a Montevideo y Buenos Aires. Sin embargo el verdadero progreso de la villa se inicia cuando nuevas técnicas son introducidas en la industria de pesca. Marín hoy ciudad pujante basa su economía en el puerto. Su puerto pesquero (3º de Galicia) está dotado de excelentes servicios. Cuenta con una flota pesquera de primera magnitud en su modalidad de arrastre con numerosos congeladores de gran radio de acción. Es puerto piloto de la CEE en la pesca de rape. Cuenta con importantes plantas de congelador de gran capacidad así como astilleros de construcción de buques de acero de gran tonelaje. Su puerto comercial con calados hasta 14 m en línea de atraque cuenta con movimiento de buques mercantes y de cabojate.